Todo seguía como siempre; el amor se percibía, y la preocupación, aunque notándose menos, empezaba a aflorar por una de las mentes. Ella parecía salida de una película a la antigua, unas maneras púdicas y tradicionales de comportarse en cuanto a las relaciones. Gran contraste entre lo que hace y lo que piensa, los clichés, definitivamente, nunca le importaron.
Dejarse llevar sonaba demasiado bien, pero jugar al azar y nunca saber dónde poder terminar no le gustaba. Su necesidad de seguridad aún estaba por satisfacer, y para ella, esos dos conceptos no iban de la mano. Ya lo había comprobado.
El clash se veía venir a kilómetros, como la lluvia tras meses de sequía, era de esperar que explotase en algún momento. Si aquello hubiera sido relatado, podríamos haber dividido esa parte del texto como el nudo o el desenlace, dependiendo de si para los lectores representaba el nudo de la acción, o sí, para los más dramáticos, representaba el final. Ni la actriz misma hubiera sabido en ese momento en qué parte de la historia se encontraba. ¿Iba a ser aquello el fin?
Ella y su estúpida manía de llorar por cualquier discusión. No quería hacerlo, no le importaba hablar, no le costaba, solo es una extraña costumbre que no sabe controlar y que simplemente sale como reflejo al que apenas le presta atención. Suponía que él lo sabía, pues tampoco hizo ningún comentario sobre ello. De lo que sí habló, fue del tema de la discusión. Dos horas... o dos minutos, no estaba segura.
Es curioso recordar más tarde, tumbada en una cama, el diálogo entero. Lo que cruza tu mente no son más que ciertas palabras sueltas, ideas, las frases que más te marcaron, sin saber verdaderamente qué conclusión sacar de todo aquello. Y si lo que pretendía la discusión era separar, lo único que consiguió fue hacerle abrir los ojos, pues demasiadas palabras importantes salieron de la boca de él que le hicieron reflexionar. Había pensado que hasta ahora estaba equivocada, pero sabe que no puede fiarse de sí misma. Quedan demasiadas cosas dolorosas, demasiadas partes oscuras en su forma de ser, como si algo le impidiese confiar al 100% en él. Y esa es la razón, por la que hoy, y solo hoy, piensa que es el momento. Ahora. Ahora o nunca. O nunca más.
- ¿Me quieres con locura?
- Con locura es poco.
- Me quieres con esquizofrenia paranoide con desdoblamiento de personalidad y crisis narcisistas?
- Sí, pero más que eso, te quiero con alzheimer.
- ¿Por qué?
- Porque cada día, me enamoras de nuevo.