Desgraciadamente vivir de sueños es imposible. Por mucho que lo intentes, por mucho que lo anheles, por mucho que lo desees siempre habrá algo que te recuerde que no estás a tres metros sobre el cielo, sino que el suelo te agarra los pies y te atrae hacia él por cada salto que intentes dar hacia las nubes.
Es triste recordar todas las palabras que en su momento me parecieron oro, y sentirme robada cuando las mismas palabras son dichas pero no me son destinadas. Hoy día las vendería, o las regalaría, simplemente por olvidar, por querer que otras personas lo digan, que el sueño se desvanezca ya. Mi película se acabó y no me enteré de nada, y ojalá pudiera volver a verla, porque como toda alusión de toda película, desgraciadamente lo que más recuerdo fueron los momentos de miedo. Ahora sólo me quedan ciertos fotogramas que ni soy capaz de ver, pero tampoco de tirar. Los guardaré en una caja cual tesoro, porque en el fondo, son lo que son, y algún día encontraré los 10x15 que me recordarán la fuerza de una niña por salvar lo que le hizo feliz, de las pocas cosas por lo que había luchado hasta entonces, lo único por lo que desistió por falta de fuerzas, y lo primero de lo que sería una larga sucesión de amores cada cual más imposible, pero que conseguirá, porque nadie se atreve a resistir a la aparente inocencia de unos ojos caprichosos que delatan la sinceridad del beso que te dan sus labios.
Y sin nunca mirar atrás, porque mirar atrás significa recordar, pero sí diciendo adiós, porque decir adiós significa marcharse, y marcharse significa olvidar.
Odio mis pensamientos.
jueves, 23 de junio de 2011
xoxo, Evita Vilor en 3:35
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