El viaje fue relativamente corto, en cuestión de segundos el cuerpo celeste le había llevado a kilómetros de su cama, le había llevado a un lugar secreto, donde no existía más vida que la vida misma de los astros que mueren en ese lugar.
Aquel sitio no se parecía a ningún otro que hubiese visto nunca. El cielo se expandía más allá de donde sus ojos podían llegar a ver. Todo eran bajas colinas de piedra azuladas, estrellas fugaces a medio desintegrar en un suelo duro con los mismos tonos. La única luz provenía de los rosados y verdosos de ciertas auroras boreales que coloreaban el cielo de la misma forma que unas acuarelas se difuminan en un cuadro.
Rápidamente emprendió la búsqueda de algo o alguien que pudiese explicarle por qué sus deseos no se cumplían.
A medida que andaba por el enigmático lugar se topaba con curiosas luces de diferentes colores saliendo del mismísimo suelo, como por arte de magia. Parecían tener prisa, pues desaparecían a una velocidad vertiginosa de allí. Con algo de vergüenza, la niña se acercó prontamente a una de ellas antes de que partiese, y le preguntó quién era, qué lugar era este. A lo que el destello, confuso de ver a un ser humano por esas tierras le respondió:
— Estás en el cementerio de los deseos. A pesar del nombre, no es donde mueren, sino donde todos los sueños de las personas se forman cuando piensan muy fuerte en algo que anhelan. Cada aspiración tiene un color de destello diferente, y una vez el deseo pedido, nos ponemos en marcha, en búsqueda de nuestros pretendientes.
— Yo también pedí uno, ¿por qué nunca me llegó?
— A menudo nos perdemos intentando llegar a nuestro destino, muchas personas sólo nos llaman, sin más, sin después esforzarse por conseguir lo que quieren. Ponen todas sus esperanzas en un par de palabras que se pierden en la noche, sin saber que no basta sólo con eso. Mientras más empeño esa persona ponga en conseguirnos, más fácil nos es llegar a ellos.
Ella se quedó pensativa mientras el destello se disculpaba por tener que marcharse. Reflexionó sobre aquellas palabras que acababa de escuchar y entretanto, se acostó sobre una de las colinas azuladas de piedra. Su respiración agitaba lentamente sus mechones pelirrojos alborotados sobre su rostro mientras cerraba sus ojos verdosos al son de los latidos de su corazón…
Cuando Ania se despertó en su cama al día siguiente se sintió algo menos vacía, llevaba puesta una curiosa sonrisa, esa sonrisa en la que todos se fijan pero no se atreven a preguntar el porqué de su existencia.
Muchos sueños tienen significado, pues son fruto de nuestros mayores miedos y expectaciones. En el fondo, puede que simplemente nos transmitan respuestas a dudas que pensábamos no saber resolver, y Ania lo sabía. Desde entonces, nunca dejó de luchar por sus sueños y deseos …
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