Recuerdo aquella noche. Por aquel entonces aún estábamos juntos, y parece que hace años. Volvíamos de casa de Erik, seguramente un tradicional viernes de los nuestros en su casa, yo en moto y tú con Nacho en el coche de su padre... y llovía. Iba detrás vuestra hasta que, poco a poco, dejé de ver las luces traseras. Las gotas atravesaban la visera de mi casco nublando mis ojos, empapando mis vaqueros, dejando mis manos resbaladizas. Definitivamente ya no estaba detrás vuestra, seguramente ya habríais llegado a casa y me estaríais esperando.
Un semáforo en rojo. Apoyo mi pie en el suelo hundiendo mi converse izquierda en lo que parecía un mar, la avenida de Mijas inundada no parecía lo que es y me estaba agobiando el poder caerme, resbalarme, pues no podía ir rápido con tanta agua sobre el asfalto. Se me estaba haciendo demasiado largo, apenas sabía si lo que resbalaba por mi cara eran gotas o lágrimas, ni siquiera sabía si lograría llegar a casa de Nacho, pero no sé cómo, tras casi atropellar un peatón, aparqué al lado de su moto. Nunca había pasado tanto miedo por una carretera, sin embargo, me había recorrido esas calles miles de veces... Y me viste. Estaba echada en la moto, callada, el pelo goteando al igual que media ropa mía y me abrazaste. Te habías preocupado...
Cambié mi ropa por un pijama de Nacho, seco, y me eché en el sofá con vosotros. Entonces me sentí mejor, me sentí protegida, mimada y querida. Necesité tan poco para olvidar todo aquello que solo pude seguir abrazándote agradeciendo un día más poder tenerte entre mis brazos. Y a pesar de todo, esa noche fue una de mis favoritas.
0 comentarios:
Publicar un comentario